expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

20/4/14

Dejar todo por una misma persona. Una y otra, y otra, y otra vez. Y mil veces más. Y nunca aprendés, y siempre volvés a lo mismo.
De repente pasa un tiempo, te decidís a hacer tu vida nuevamente, encontrás alguien que sabe quererte, que quiere cuidarte y darte lo mejor para verte bien, que te hace bien, y vos a él. Van pasando los días y ya ni te acordás ni pensás en volver a buscar a esa persona de antes. Sentís que lo superaste por completo, de una vez por todas. Pasa el tiempo y esta nueva persona te demuestra como nadie que te quiere y puede hacerte feliz. Te metés en esta nueva historia, empezás a querer a esa persona, a dar todo de vos para que también esté bien y sea tan feliz como te hace a vos. Empezás a imaginar el resto de tus días con el, pasan momentos únicos, como en las películas. Todo va perfecto.
Hasta que, aparece.
Aparece de la nada y te mueve el mundo.
Y todo lo que tanto te costó crear de nuevo, desaparece en el instante en que te mira, se te acerca, y te da un beso de esos que te llena el alma.
Desaparece todo, no te importa nada más.
Y que hacés? Volvés a dejar todo por esa misma persona, otra vez. Por milésima vez.

Será que hay personas que llegaron a tu vida para quedarse por siempre y nadie puede ocupar su lugar?
Entiendo que lo que se siente por alguien, eso tan fuerte que sentís la primera vez por ese alguien, no vuelve a repetirse en ninguna otra persona. Puede que sientas también algo muy fuerte por otro alguien, pero siempre es diferente a lo que sentiste esa primera vez. Ni mejor, ni peor, simplemente diferente. No se siente lo mismo dos veces, con personas diferentes. Pero, y con esa primer persona? Claro que sí. Es tan fuerte lo que sentís que a pesar de que se separen mil veces y pasen millones de cosas en el medio, las cosas no cambian, siguen los sentimientos intactos, tan fuertes como el primer día.